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MAESE PEREZ EL ORGANISTA

La leyenda empieza el día de Nochebuena, cuando se iba a celebrar la misa del Gallo en el convento de Santa Inés, en Sevilla. La iglesia estaba iluminada de forma asombrosa, y allí se encontraba lo mejor de la nobleza sevillana, el arzobispo y su familia porque maese Pérez era el mejor organista de la ciudad.

Era la hora de empezar la misa y ésta no comenzaba porque maese Pérez se había puesto enfermo. La noticia corrió al instante entre toda la gente, y entonces un hombre mal trazado, seco, huesudo y bisojo (bizco) se presentó delante del prelado y se ofreció para tocar él el órgano. El arzobispo aceptó el ofrecimiento, pero de repente, se oyeron gritos de alegría que decían que maese Pérez había llegado al convento.

Maese Pérez estaba pálido y desencajado y entraba en la iglesia conducido en un sillón. Él sabía que era la última noche que podría tocar el órgano y quería despedirse de él. Empezó la misa y el órgano sonaba majestuoso, hasta que de repente, se oyó un grito desgarrador de mujer, era la hija de maese Pérez que acababa de ver cómo su padre moría.

Al año siguiente, a la iglesia del convento de Santa Inés, llegó el organista de San Román (el que el año anterior se había ofrecido cuando maese Pérez no llegaba), al que todos consideraban un mal músico, pero cuando empezó a tocar, el órgano sonaba igual que con maese Pérez. La gente estaba maravillada, pero el organista cuando acabó juró que no volvería a tocar ese órgano, y entonces el arzobispo le invitó a que tocara el de la Catedral al año siguiente, y él aceptó.

Al año siguiente, es decir dos años después de la muerte de maese Pérez, la abadesa del convento de Santa Inés le pidió a la hija de maese Pérez, (se había metido a monja a la muerte de su padre), que tocara el órgano en la misa del Gallo. Ella le contestó que tenía mucho miedo porque la noche anterior había visto a su padre tocar el órgano. La abadesa le dijo que eso eran fantasías y que lo olvidara, porque su padre estaba en el cielo y desde allí la inspiraría para que tocara bien en esa ceremonia solemne.

Comenzó la misa y no ocurrió nada notable hasta que llegó la consagración, en ese momento se oyó un grito de la hija de maese Pérez, a la vez que decía que veía a su padre tocar el órgano. El órgano estaba solo, pero seguía sonando. Era el espíritu de maese Pérez quien tocaba el órgano.

Así también se resolvía el misterio del organista de San Román, es decir, él no tocó el año anterior sino que fue el espíritu de maese Pérez.

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